jueves, julio 8

el origen


El origen de Venecia parece una fábula, una historia que tiene mucho de épico y que vale la pena tener en cuenta para descifrar mejor la ciudad.
Hacia el siglo V la laguna veneciana no estaba habitada, podían verse sólo algunos pescadores o cazadores en viviendas precarias similares a "nidos de pájaros".
En tierra firme, en cambio, se habían desarrollado una serie de ciudades, bajo el beneficio de las rutas comerciales romanas: la Vía Póstuma, Vía Annia ,Vía Claudia Augusta y  Vía Julia Augusta. Pequeñas colonias que vivían del comercio y mostraban una particular sensibilidad a las artes y al buen vivir (a juzgar por los  restos arqueológicos de algunas villas romanas recientemente descubiertas). Pero la vida de éstas tranquilas ciudades cambió, de un día para el otro, con la llegada de  las invasiones bárbaras. Pueblos germánicos, de aspecto extraño e idiomas incomprensibles, que avanzan a caballo, armados de  crueldad absoluta y generando verdaderas masacres. Traían una única intención: cancelar todo rastro del Imperio Romano que encontraran a su paso. Avanzaron en oleadas tan sucesivas como implacables.
Los habitantes de las colonias, ante semejante anuncio de una muerte inminente, eligieron escapar en dirección al mar. Entraron así, en lo que hoy conocemos como la Laguna  de Venecia, pero que por aquel entonces, era prácticamente... un pantano. Un lugar inhóspito: entre el continente y el mar, sin agua potable, con pocos árboles,  sin piedras, con terrenos fangosos dónde parecía imposible construir y con aguas salobres que favorecían la difusión de  tifus y malaria. Una pesadilla... pero un buen escondite que los invasores no lograron alcanzar porque no conocían "las artes de la navegación". Las aguas los detuvieron, la laguna fue una verdadera muralla defensiva que durante 100 años recibió fugitivos en busca de una salvación.
Así empezó la historia Venecia, fruto del miedo que vaya a saber cómo, se volvió coraje, transformando un lugar imposible, en una de las ciudades más hermosas del mundo. Una tarea insólita en manos de unos audaces que supieron ver en las aguas, un cómplice natural, en vez de un enemigo. Aguas capaces de aislar para defender o de guiarlos hacia el resto del mundo conocido y aún más allá de las rutas romanas.


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