para el día de los enamorados Venecia propuso un manto de niebla muy denso
una escenografía natural que regaló a cada pareja la sensación de estar solos en la ciudad
la intimidad cómplice se hizo invitación constante, casi desafío, a descubrir el mas allá de cada puente o rincón
los sonidos se amortiguan, los contornos se esfuman, los colores se alteran, no hay ninguna previsión posible de cómo seguirá el paisaje, ningún mapa capaz de asegurar los límites y el tiempo juega a diluirse, mas relativo que nunca.
un estado conocido, completamente cotidiano, para todos los valientes que se animan a circular las vías imprecisas del amor
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